Historia
CONFITERÍA JUAN MORENO
1890 – 2015
La historia de la hoy tradicional Confitería “Juan Moreno” se fragua a finales del pasado siglo XIX, en un pequeño pueblo de la comarca gaditana, a las puertas de la más esplendorosa Sierra de Cádiz, y que por aquel entonces aún no superaba los seis mil habitantes.
Corría el año 1890 en Villamartín, y la familia Moreno Vázquez, formada por el matrimonio entre Luis Moreno García y María Vázquez Acosta, tomaba la decisión de emprender un negocio familiar con vocación a la fabricación y venta de dulces. Eran tiempos de cambio en la sociedad española del momento. Tras la muerte años antes del rey Alfonso XII por tuberculosis, y la regencia de su mujer Dña. María Cristina de Habsburgo, el país se encontraba a las puertas de una guerra hispano-estadounidense.
La familia Moreno Vázquez iniciaba, de este modo, una aventura empresarial totalmente desconocida para ellos desde el punto de vista técnico, pero con la humildad que requieren todos los proyectos para salir adelante. Y es así como se empieza, fabricando dulces en el hogar y vendiéndolos modestamente por las calles. Su nombre comercial se abre camino en el pueblo: “Confitería Luis Moreno”. El matrimonio lo saca hacia adelante con esfuerzo, mientras crecen sus cuatro hijos: Juan, Francisca, Joaquina y Fabiana.
Y es así como se avanza hasta el siglo XX, la consolidación de un proyecto nacido desde abajo, con ilusión y progreso. Pasan los años, pero no el trabajo, y se llega a una fecha importante para el devenir de la familia. En 1927 actúa en Villamartín una de las muchas compañías de comedia que recorrían nuestra geografía en pos de un éxito que nunca llegaba. Mientras sus integrantes iban pasando largas temporadas en los diversos pueblos de España, un curioso personaje de nombre Luis Cuenca, los acompañaba a todas partes con motivo de su amor por una de las protagonistas de dicha compañía artística.
Luis Cuenca, madrileño de nacimiento, se encontraba ya cansado de perseguir un amor que se tornaba imposible, y añorando su antigua profesión como pastelero, tomó la decisión de acercarse y conocer a la familia Moreno Vázquez. Quería presentarse a ellos, algo que desembocó en una transferencia de conocimientos que sería crucial en la evolución de la confitería familiar. Su llegada aportaba energía, esperanza y conocimientos totalmente nuevos y aprendidos en la capital de España. Su experiencia en bollería, repostería y pastelería se mezclaron con las tradiciones andaluzas que se reflejaban en la familia, relanzando un negocio que comenzaba a ofrecer grandes surtidos y productos que todo el mundo comenzaba a conocer en la comarca. Es entonces cuando nos encontramos ante dos de las creaciones más famosas de la familia Moreno: el rosco blanco y la crema de yema. El primero se convierte en el producto estrella, mientras que la segunda se convertirá en un ingrediente principal en muchos de los dulces o tartas realizadas por la familia.
Pero todo no podía ser felicidad, y tristemente, en ese año fallecía Luis Moreno García. Tras casi cuarenta años dedicado a su familia y a su empresa familiar, dejaba la que pasaría a llamarse “Confitería Viuda de Luis Moreno”, establecida en la calle Boticas número 12, donde se hallaba el obrador y el despacho. Sin embargo, este emplazamiento duraría hasta cuatro años más tarde, pues en 1931 se trasladarían a la calle Boticas número 3. Comenzaba, como decimos, la década de los treinta, y España se acercaba a un momento crucial en su historia: la Guerra Civil. Hacedora de difíciles momentos y vicisitudes en todos los ciudadanos, finaliza en 1939, mismo año en que la Confitería Moreno recibe su segundo revés familiar: los dejaba María Vázquez Acosta, y el negocio pasaba a ser propiedad de sus cuatro hijos, con lo cual el nuevo nombre no era otro que “Hijos de Luis Moreno.”
El transcurrir del tiempo continúa inexorable y es así como llegamos al año 1952. En dicha fecha se deshace la sociedad de “Hijos de Luis Moreno”, y su único varón, Juan Moreno Vázquez, se establece en la calle Boticas número 25 con el nombre de “Confitería Moreno”. Su matrimonio con Remedios Garrido Morilla les da cinco preciosos hijos: María, Sebastián, Ana Rosa, Luis y Juan, siendo estos dos últimos los que logren fundir a la segunda y la tercera generación, pues desde pequeños aprenden el bello oficio de su familia.
Son años de cambio, y así lo demuestra la inclusión de las primeras máquinas eléctricas, cuyo Juan Moreno Vázquez accede a colocar en la confitería con la misión de sustituir a algunas de las antiguas, como es el caso del horno a leña, por petición de sus dos hijos que comienzan a hacerse mayores. Se trata de una sociedad en profunda mejora técnica, donde España avanza como puede tras unos años negros de posguerra. Estos adelantos mejorarán la producción y acelerarán el trabajo, que cada vez es más intenso. Y es que por aquellos tiempos la Confitería Moreno inicia una serie de movimientos con el objetivo de promocionar los productos por el entorno. En ese momento, el rosco blanco adquiere mayor renombre. Mientras tanto, la tecnología sigue aumentando y se comienza a pagar salarios a aprendices y empleados.
En la década de los sesenta irrumpe en la localidad un nuevo nombre que pasaría a ser referencia en la repostería villamartinense y comarcal: el torpedo. Era la época en que el ser humano comenzaba a hablar con insistencia de “viajar a la Luna en un torpedo”, y qué mejor manera de aprovechar ese “boom” que dando ese nombre a una merienda, pensó Juan Moreno Vázquez. Dicho y hecho, tras darle una forma alargada a un bollo, la “Confitería Moreno” rellenó el mismo de su gran tesoro, la crema pastelera, y espolvoreándolo por fuera con azúcar glass, le dio una envoltura en papel parafinado. Los jóvenes de la localidad y alrededores tenían una nueva atracción, una vez más proporcionada por la “Confitería Moreno”.
Y tal y como se esperaba, alcanzados los años setenta, llega el momento en que la tercera generación toma el control de la confitería, ante el evidente y lógico cansancio de Juan Moreno Vázquez. Sus hijos, Luis y Juan arrancan una asociación el primer año de una década que estará marcada por el avance, modernización y enriquecimiento de una producción que sigue vigente. España ya ha alcanzado la democracia, soplan nuevos vientos comerciales, y empiezan a vislumbrarse los primeros miembros de la cuarta generación, que comienzan a corretear por los pasillos y partes del obrador familiar, algunos de ellos mostrando una clara inclinación por un futuro confitero que les une.
La alianza de los dos hermanos, Luis y Juan, permanece hasta el año 1982. Es en ese preciso instante cuando ambos deciden tomar su camino por separado, fieles a sus propias ideas y proyectos. Juan Moreno Garrido, el segundo de los hermanos permaneció en el mismo sitio donde se encontraban, en calle Boticas número 25, trabajando del mismo modo en que sus padres le enseñaron, y uniéndose a Juan Moreno hijo, ya correspondiente a la cuarta generación de confiteros de una familia con tradición en la localidad.
El “boom” del torpedo prosiguió su camino, y los ocho hijos restantes tuvieron que echar una mano tanto a Juan Moreno padre como a Juan Moreno hijo, los cuales sacaron adelante la empresa con fatiga y mucho esfuerzo. La demanda era incesable y no paraba de crecer, de modo que la maquinaria siguió renovándose y actualizándose a los nuevos tiempos, hasta que en 1986 tuvo lugar un nuevo episodio en el seno de la confitería familiar: se incorporaba el séptimo de sus hijos, Santiago Moreno, junto a dos personas más, Manolo Benítez y Cristóbal Márquez. Con las nuevas incorporaciones se aumentaron los pedidos y, por si fuera poco, llegaba una nueva década: los fructíferos años noventa.
Con la Exposición Universal de Sevilla del año 1992, se produjeron inversiones, nuevas infraestructuras e inyecciones de capital en el comercio y la sociedad española, provocando un nuevo viento de prosperidad e ilusión que se vio fielmente reflejado en la confitería. Pero tristemente, no todo iba a ser alegría en la empresa familiar. En dicho año murió Juan Moreno padre, con lo cual las riendas son tomadas por su esposa viuda, Inés Tinoco, a la par de sus hijos Juan Moreno hijo y Santiago Moreno.
Es hora de estudiar nuevas técnicas e incorporarlas a la tradicional repostería. De este modo, Santiago Moreno se dispone a estudiar varios cursos de nuevas técnicas, al mismo tiempo en que llega a Villamartín la “Feria de muestras de la Sierra de Cádiz”, y Confitería Juan Moreno apuesta decididamente desde el primer momento por ella, siendo un gran éxito.
En 1996, Juan Moreno hijo deja el negocio familiar, quedándose al cargo del obrador Santiago Moreno, que prosiguiendo con el trabajo como le enseñó su padre y su hermano, llega junto a la confitería al año 2003, el V centenario de la localidad. El Ayuntamiento propone a las empresas villamartinenses sacar algo con motivo de dicha efeméride, dotando cada negocio su sello particular. Santiago, en su amor por Villamartín, crea cinco tartas, una por cada siglo de vida del pueblo, y que a día de hoy siguen pidiéndose, señal indiscutible del éxito cosechado por ellas. Además, en dicho año crea “el mes de chocolate”, dedicado al producto estrella por ser el más deseado entre el público. La fecha elegida no fue otra que el mes de febrero, que cada año es testigo de una gran variedad de dulces, tartas o figuras, todas ellas de chocolate. Pero ese mismo año, y como ocurrió con Juan Moreno padre, el año es trágicamente empañado al fallecer un miembro de la familia: en esta ocasión, Inés Tinoco, querida por todo Villamartín y comarca, y definida por quienes la conocían como una mujer atenta, sonriente, extraordinaria dependienta y dispuesta a ayudar a todo aquel que tuviese algún problema.
Es entonces cuando la confitería llega a su última renovación. Tras la muerte de Inés, se incorporan los dos hijos menores, Daniel y Laura Moreno, fusionándose ambos con Santiago, y creando la empresa “Confitería Juan Moreno S.L.”, llegando gente nueva en una época exigente e innovadora, donde los nuevos productos no paran de aparecer. Buen ejemplo de ello es la creación de la “fiesta del roscón de Reyes”, la cual es celebrada cada año antes de la llegada de sus Majestades los Reyes de Oriente desde 1997.
Ahora, en mitad de la vorágine que supone tal acto, todos sus miembros se encuentran inmersos en uno de los mayores retos a los que se han enfrentado: preparar el 125 aniversario de una confitería que ya es seña de identidad del pueblo villamartinense, y para la que todos sus integrantes tienen numerosas sorpresas preparadas para los visitantes, ya sean locales o foráneos. Lo que queda claro es que, sin duda, la aventura continúa gracias a Dios.